Del
gobierno de los vivos[1] es un
curso bisagra: constituye la primera de las indagaciones que Michel Foucault
lleva a cabo en el campo de la ética en el Collège de France. "¿Cómo
es posible que, en la cultura occidental cristiana, el gobierno de los hombres
exija de parte de quienes son dirigidos, además de los actos de obediencia y
sumisión, ‘actos de verdad’ que tienen la particularidad de requerir que el
sujeto no solo diga la verdad, sino que la diga acerca de sí mismo, de sus
faltas, de sus deseos, del estado de su alma?", se pregunta. Este
interrogante lo lleva de una relectura del Edipo rey de Sófocles al
análisis de los "actos de verdad" propios del cristianismo primitivo,
a través de las prácticas del bautismo, la penitencia y la dirección de
conciencia. Así, se ocupa de los actos mediante los cuales se convoca al
creyente a manifestar la verdad de lo que él mismo es, en cuanto ser
indefinidamente falible. Desde la expresión pública de su condición de pecador
en el ritual de la penitencia hasta la verbalización minuciosa de sus
pensamientos más íntimos en el examen de conciencia, lo que vemos perfilarse es
la organización de una economía pastoral centrada en la confesión. En este
curso, dictado en el primer trimestre de 1980, Michel Foucault prosigue con la
historia de los "regímenes de verdad" que atraviesa toda su enseñanza
en el Collège de France, pero somete dicho recorrido a un viraje
fundamental. La exploración, iniciada en el campo de lo jurídico y lo judicial,
había seguido en el campo político, con la temática de las relaciones de
poder-saber y, luego, de la gubernamentalidad. Aquí se extiende al campo de las
prácticas y las técnicas de sí, dominio de la ética que Foucault ya no
abandonará.
Félix Guattari La rutina de la vida diaria y la banalidad del mundo tal como nos lo presentan los medios de comunicación, nos rodean de una atmósfera reconfortante en la q u e todo deja de tener verdadera importancia. Nos tapamos los ojos; nos obligamos a no pensar en el pa s o de nuestros tie m pos, que velozmente deja atrás nuestro pasado conocido, que borra formas de ser y de vivir que aún están frescas en nuestra mente y emplasta nuestro f u turo en un horizonte opaco cargado d e densas nubes y mia s mas. Dependemos aún más que nunca de la garantía de que nada está asegurado. La desin t egración de una de ellas ha desestabili z ado el equilibrio de las dos "superp o tencias" de ayer, que durante tanto tiempo se apuntalaron la una a la otra. Los países de la antig u a Uni ó n So vi ética y de Europa del este se han visto arrastradas a un d r ama sin solu c i ón aparen t e. Lo...
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